Entrevista con Salvador Barbera, el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona

¿Profesor, si podría explicar en qué trabaja así que fuera comprensible para la gente fuera del área?

Para que sea más comprensible, empecemos desde el principio. Trabajamos en el estudio de procedimientos de votación y, más en general, en procedimientos para tomar decisiones públicas. Los procedimientos de votación son un ejemplo, aunque muy importante, de una familia muy grande de sistemas por los que las sociedades adoptan decisiones intentando tener en cuenta las opiniones de sus distintos miembros. Estas preferencias deben ser agregadas y analizadas de tal manera que, a ser posible, respondan a la voluntad de todo el mundo – no en todo, porque siempre hay divergencias, pero por lo menos en parte.

La teoría de la elección social, el área en la que yo trabajo, tiene una historia muy antigua. Ya existen discusiones sobre cómo es mejor votar incluso en los trabajos de Plinio el Joven en el siglo I d.C. Pero ha habido varios períodos en la historia intelectual del mundo en los cuales se ha avivado el interés por los métodos de votación. El primer período, muy importante, fue durante la Edad Media, cuando un filósofo mallorquín Ramón Llull hizo una serie de propuestas de cómo deberían votar los miembros de una comunidad religiosa para elegir a sus líderes, abades o abadesas. En aquella época la idea de los métodos de votación era distinta que ahora, pero los métodos en sí eran muy semejantes a los que se empleaba más tarde. Entonces, Llull propuso dos procedimientos de votación que aún hoy son los más centrales a la hora de discutir sobre cómo deberían agregarse las preferencias de la gente. Después a Llull le siguen bastantes autores medievales. Para ellos, el concepto fundamental era la voluntad de Dios: existía un solo candidato ya elegido en el cielo. Pero la mente de la gente del mundo no podía recoger esa voluntad. Entonces, el esfuerzo de esos pensadores es ver cómo a través del voto se puede reflejar esta voluntad divina. Esto es la primera época, todavía muy primitiva, pero con grandes pensadores dedicados a esto.

Después pasa un tiempo en el que ya nadie discute esos temas, aunque en la práctica se siguen utilizando muchos métodos de votación para muchas cosas, por ejemplo, para elegir a los dogos de Venecia o a los Papas y para arbitrar entre los distintos poderes seculares y eclesiásticos en Europa. Pero después llega el segundo gran momento de la historia de la teoría de votación cuando se produce el movimiento de los Ilustrados que culmina en la Revolución Francesa. Entonces ya hay grandes autores como Rousseau, Condorcet que ya no buscan la voluntad divina, sino la voluntad popular. Intentan también discutir métodos de votación para llegar a una mejor agregación de las voluntades distintas de las personas para llegar al resultado que merezca ser llamado la voluntad del pueblo.

Borda, Condorcet, Montesquieu, Rousseau preocupan de estos temas y durante un tiempo hay mucha discusión sobre ellos.

Y después se vuelve a apagar el tema, aunque en el siglo XIX también hay mucha gente que se interesa por los problemas de votación o parecidos. Por ejemplo, Lewis Carroll, el autor de “Alicia en el país de las maravillas”, se interesa mucho por los métodos de votación, o, mejor dicho, por los temas que se utilizan para ordenar a los jugadores de tenis. Lo que al final viene a ser lo mismo: teniendo información sobre quién ha ganado a quién, tenemos que decidir quién es el ganador mayor, el menor etc.

Y así llegamos al siglo XX, en el que después de una nueva etapa de olvido, aparece un gran autor, Kenneth Arrow (que murió hace muy pocos años y fue uno de los primeros premios Nobel de economía) y se planteó el problema de una manera bastante distinta. Para los científicos anteriores, los métodos de votación era casi un método para buscar la verdad. Mientras que para Arrow el problema no es buscar la verdad, sino buscar el compromiso entre las preferencias de distintos individuos que quieren llegar a una decisión colectiva de una manera que no sea dictatorial. Desde el punto de vista temático esto ya es un cambio, ya que la agregación de preferencias no tiene como objetivo descubrir la verdad, sino simplemente llegar a un compromiso.

Por otro lado, hay también otra gran aportación de Arrow que es incorporar la lógica formal para discutir estos temas. Su primer gran resultado, que es el teorema de la imposibilidad, demuestra que desde el punto de vista lógico no existe ningún sistema de votación que sea perfecto. Todos los sistemas de votación están sujetos a algún problema y, por tanto, nos vemos obligados a escoger entre varios procedimientos imperfectos.

En todos casos, todos estos autores tienen un punto focal que es la discusión de las ventajas del método de mayoría. Cuando hay solo dos posibilidades, el método de mayoría tiene todas las buenas propiedades que uno pueda imaginar. La mayoría es el sistema ideal, cuando hay solo dos alternativas. Pero cuando hay más, se pueden producir anomalías. Puede ocurrir que A es mejor que B, B es mejor que C, pero que C es mejor que A que es lo que se llama el ciclo de Condorcet. Y a partir de allí la mayoría no funciona bien.

La gran aportación de Arrow es demostrar que la mayoría no funciona bien, pero ningún otro método funciona adecuadamente – a no ser que se inventen otros procedimientos completamente nuevos.

A partir de aquí arranca la teoría de la elección social que capta el interés de filósofos, de politólogos, de matemáticos. Porque permite discutir muchas cosas que van más allá de la decisión entre un candidato u otro.

Por ejemplo, Arrow se plantea si se puede definir una idea del bienestar colectivo. El bienestar colectivo como agregación de los deseos de mucha gente se puede formalizar como buscar ordenación de los estados de la sociedad. Lo podemos sujetar a distintas especificaciones: ¿En qué consiste agregar las preferencias? ¿Bajo qué condiciones estaríamos satisfechos, si encontrásemos un procedimiento adecuado?

Hay mil versiones de la teoría de la elección social en que se cambian distintas hipótesis y distintos métodos para justificar los muchísimos procedimientos de votación que existen en el mundo. No todo el mundo vota igual, los procedimientos pueden variar por razones culturales o según de qué se trate. No es lo mismo elegir a los jueces del Tribunal Supremo por votación de solo ocho personas que decidir dónde se contruye un puente agregando preferencias de millones de personas.

Todos estos temas se pueden discutir formalmente, a través de la lógica formal y de las matemáticas. Estos métodos han atraído miles de pensadores, por lo que tengo entendido, en particular en los años setenta y ochenta. En aquellos años, el profesor Aiserman empezó a estudiar los métodos de votación partiendo de una lectura muy profunda de todo lo que había escrito en la literatura occidental sobre el tema, y también viajando y haciendo ponencias. Tenía un equipo internacional muy potente, entre ellos E. Pyátnitskiy, A. Malishevskiy, N. Zavalishin, B. Litvínov, F. Aleskérov, V. Vólskits, A. Vladímirov y muchos otros, eran 15 o 16 personas en torno a Aiserman. Escribieron libros influyentes, pero no tan influyentes como hubieran podido ser, porque publicaban principalmente en ruso. Y aunque publicaron uno de sus trabajos en la revista “Automática y telemecánica”, ésta no era una revista que tuviera una gran difusión fuera de la Unión Soviética.

A pesar de esto, este grupo fue muy emprendedor. Yo les conocí en Caltech en 1984. Después les organicé un tourné por España y después tuve la satisfacción de visitar el Instituto de Ciencias de Control en 1989 y 1990. Esto es lo poco que sé sobre lo que pasaba en Rusia.

En el mundo anglosajón, donde yo empecé a trabajar a través de mi tesis doctoral, irrumpió un segundo tema muy importante en el cual yo he trabajado más: los incentivos.

Imaginemos que ya tenemos un procedimiento estupendo para poder votar. Pero queda un problema adicional: para votar hace falta que los votantes introduzcan en el sistema una papeleta o que manifiesten sus preferencias de alguna otra manera. Y en muchas ocasiones – y esto ya decía Plinio el Joven en el siglo I d.C. referido al Senado Romano – muchos sistemas son manipulables. Es decir, si tu sabes por seguro que no vas a obtener tu mejor resultado, puedes estar interesado en votar no de acuerdo con tus preferencias, sino de acuerdo con lo que te permitirá obtener el resultado que sea menos malo, lo que se llama el teorema del voto útil.

El teorema de Gibbard-Satterthwaite referido a este tema hizo algo parecido a lo que hizo Arrow con la agregación de preferencias. Gibbard y Satterthwaite dijeron: “Bueno, la mayoría simple es manipulable. Muchas veces el votante está dispuesto a votar no por su candidato favorito, sino por el que le da menos asco entre los que tienen la oportunidad de ganar. Pero podemos encontrar otro método que no sea manipulable.” Y de nuevo lo que demostraron es que el único método no manipulable es pedirle a una sola persona que lo decida todo. Pero esto no es muy buena idea (risas) excepto en algunos casos en los que esta persona tiene mucho que decir.

Entonces, este teorema de Gibbard-Satterthwaite viene a añadirse a gran explosión de la teoría de la elección social. Y además, conectó muy bien con otros temas de economía que se estaban desarrollando en el mismo momento. Son los temas de economía de información que dice: “No basta con saber cómo agregamos las preferencias de la gente para tomar decisiones colectivas, sino que además necesitamos estar seguros de que la información proporcionada sea adecuada para que las decisiones sean las deseadas.”

De aquí de nuevo se abren muchísimas vías de investigación relacionadas con lo que a veces se llama free-rider problem, el problema de pasajero sin billete. Por ejemplo, si yo tengo que contribuir a la decisión sobre dónde se va a construir un puente, soy capaz de manipular, sobre todo si tengo que pagar por ello. No diciendo mis verdaderas preferencias, puedo obtener que los que paguen sean otros.

Esto conectó no solo con problemas de filosofía y economía, sino también con problemas muy prácticos. Por ejemplo, en una subasta a gente puja hasta que el precio del objeto corresponda a su verdadero valor, o se confabula para dejar que este objeto se venda a bajo precio. De esto se ocupa la teoría subastas.

Muchas aplicaciones económicas han tenido en cuenta los incentivos y los intentos de revelar la verdadera información.

Podríamos decir que en tiempos recientes dentro de la teoría de la elección social han emergido muchas otras técnicas que antes no se utilizaban, además de las técnicas de la lógica formal o aplicaciones a la economía. Una de las prácticas más difundidas es hacer investigaciones empíricas, realizar experimentos controlados en los que se pide a los votantes explicar por qué han votado o no. A través de los experimentos que se parezcan lo más posible a un experimento médico, un experimento de laboratorio, los científicos intentan entender cuáles son los verdaderos motivos de a gente en la situación de voto.

Otro campo muy importante se llama computational social choice. Parte de la idea de que abriendo el navegador para buscar una página web o alguna información sobre un objeto, estamos obligados a hacer una elección a favor de determinados productos en frente de otros. Entonces, los interesados en vender este producto pueden atribuirle datos especiales. De esta manera, pueden alterar el orden en el que aparezcan enlaces en las páginas de búsqueda, pueden ocultar determinadas informaciones o revelar otras.

Los estudiosos de computational social choice se preocupan de aplicaciones de estas mismas ideas de la teoría de votación que surgen en el mundo de nuevas tecnologías y de comunicación.

Hay además muchos otros desarrollos. Los filósofos también han vuelto a profundizar en las viejas ideas de la búsqueda de la verdad. Por tanto, sigue siendo un territorio muy activo. Hay muchos temas que se pueden analizar con las herramientas semejantes – en la economía, en la informática, en la inteligencia artificial… Sin embargo, el estudio de los métodos de voto es una cosa que todo el mundo conoce. Si a un ciudadano le preguntas sobre la macroeconomía no va a saber de qué le hablas, sino sobre la votación, sí, porque seguramente se le ha ocurrido que el sistema de votación existente no es adecuado, etc. Entonces, todo este interés por la teoría de la elección social es doble. Es un interés por la propia materia, pero además es una manera sencilla de explicar a la gente que varios sistemas económicos tienen las mismas características y los mismos problemas.

¿Podría explicar en qué forma existe hoy la escuela de la elección social? ¿Cómo ve el potencial de este proyecto, si hay colaboradores, discípulos?

Debo decir que nosotros no trabajamos tanto en equipo como en otras disciplinas o como yo observé que se trabajaba en el Instituto de Ciencias de Control. Cada trabajo lo hacemos con personas diferentes y no necesariamente de aquí. Por ejemplo, yo ahora estoy escribiendo cinco artículos diferentes con siete personas diferentes que se encuentran en Italia, en Alemania, en dos ciudades distintas de España, en Estados Unidos y en Argentina. Y no estoy escribiendo en este momento nada con mis compañeros de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ellos, a su vez, tienen colaboradores en Japón, en Singapur… O sea, que somos menos una escuela en el sentido que trabajemos siempre juntos, pero mantenemos ciertas tradiciones y apoyamos ciertos valores que todos compartimos. Por un lado, enseñamos la teoría de la elección social a nuestros alumnos de doctorado. Algunos de ellos después se especializan en esto, otros simplemente lo reciben como una enseñanza adicional y después se dedican a otras cosas. Además, tenemos muchos visitantes sobre estos temas, organizamos muchos seminarios, y después, tenemos investigadores que realizan muy bien trabajo en el tema. Desgraciadamente, cabe admitir que en los últimos tiempos de crisis económica en España hemos perdido a algunos de estos investigadores que se han ido a trabajar a otros sitios.

Para empezar por mí, yo estudié en North Western University bajo la dirección de Hugo Sonnenschein, que fue el editor de la revista Econometrica, presidente de la Universidad de Chicago, una persona muy eminente, que escribió algunos trabajos muy importantes sobre la teoría de la elección social. Además, fue especialista en la teoría del equilibrio general y tenía una visión más amplia a la teoría de la elección social. Tras terminar mis estudios en North Western, me vine a España donde no había entonces ninguna tradición de la teoría de la elección social. Pasé 2 años en Madrid, 7 años en Bilbao y después, hace unos treinta años, me instalé en Barcelona.

En aquellos tiempos, en Barcelona ya existía una pequeña escuela, no de la economía de la elección social en sí, sino de la economía matemática. Sin embargo, las personas que estábamos dentro de esta escuela creíamos que era muy importante internacionalizar la investigación, porque hasta entonces estaba muy cerrada a nivel español.

Entonces, lo que hicimos fue educar a jóvenes, no con intención de hacerles todos los estudios aquí, sino mandarles a estudiar a Inglaterra o a Estados Unidos y procurarse que cuando terminasen sus estudios regresaran allí para construir una escuela. Se trataba no exactamente de una escuela de la teoría de la elección social, sino una escuela nueva con ciertos valores que compartíamos con independencia del tema de estudio de cada uno.

¿Cuáles eran estos valores? La no-endogamia, es decir, procurar contratar a personas que no fueran nuestros “hijos”, buscar que nuestros “hijos” fueran al extranjero y “adoptaran” nuevos “hijos”. No queríamos cerrarnos en nuestra única escuela nacional.

Y así fueron llegando aquellos estudiantes, que hace 5, 6, 7 años se habían ido a América o Inglaterra y se fueron incorporando en la Universidad Autónoma a lo largo de los años ochenta y noventa. Y sobre el 2000 ya decidimos que ya teníamos suficiente gente para crear un gran programa de doctorado, en el cual se enseña la teoría de la elección social, pero también muchas otras cosas. Y bueno, así lo hemos ido haciendo

Yo he dirigido 16 tesis doctorales en este programa, lo cual no es mucho, pero tampoco es poco. Pero mis doctores tienen 12 nacionalidades. Dos rusos, un canadiense, un italiano, brasileños, argentinos, venían de todas partes.

Esto es característico de nuestro sistema de trabajo. Es decir, no somos una escuela cerrada en el sentido de que tenemos un tema prioritario. Intentamos que nos venga gente de todo el mundo y que luego se vaya a otros sitios. Algunas personas de nuestro entorno, aparte de mí, por ejemplo, Jordi Masot, un excelente profesor de la teoría de la elección social, han producido múltiples doctores en este mismo espíritu. Por desgracia, el gobierno español nos ha restringido mucho los fondos que nos permitían contratar a gente muy profesional. Hasta muy poco teníamos un joven enormemente prometedor, pero le perdimos, precisamente por esta razón. Sin embargo, no se ha ido a cualquier sitio, ahora es profesor en Oxford. Esto es el nivel al que trabajamos. 

Mantenemos contactos con todas las escuelas de la teoría de la elección social, trabajamos con japoneses, argentinos, con americanos… Hemos tenido más gente, pero sobre todo son nuestros estudiantes y como no les contratamos, ahora están por todo el mundo. Entonces, en este momento yo tengo mi propia red de colaboradores, Jordi tiene otra red de colaboradores…

El año pasado tuvimos a Yves Sprumont que es un investigador extraordinario de Montreal. Intentamos contratarle, pero no tuvimos suficiente dinero (risas). Tenemos mucha actividad de intercambio.

¿Qué tanto interés tienen los estudiantes en este tema? ¿Cuál es el potencial de desarrollo de la escuela?

El interés por la teoría de la elección social es muy peculiar. Como es un tema bastante filosófico y bastante matemático – y todavía no estoy hablando de estudiantes – es un tema que ha atraído a los grandes pensadores, pero no necesariamente como su único interés. Arrow, el gran premio Nobel, escribió sobre muchas cosas, abrió muchos terrenos nuevos, entre ellos, la teoría de la elección social que fue su primer gran tema. Pero después se pasó a otros. Hay muchísimos, muchísimos autores, entre ellos, Andreu Mas-Colell, el más conocido economista español, Hugo Sonnenschein, mi director de tesis y el editor de la revista Econometrica, grandes autores franceses – en general, muchísimos profesores, algunos de ellos matemáticos de primera fila, han hecho contribuciones a la teoría de la elección social. De hecho, Allan Gibbard, el primer autor que se preocupó profundamente por los incentivos en los métodos de votación, es un filósofo. Entonces, no cabe duda que intelectualmente es un tema de un gran atractivo permanente. Hoy mismo, grandes profesores conocidos por otras áreas se acercan a la teoría de la elección social, hacen uno o dos artículos y después se vuelven a lo suyo. Es como un lugar “Bueno, ahora voy a hacer una cosa más filosófica, voy a divertirme un poco.”

Pero también es verdad que la teoría económica, la ciencia económica viven mucho de las modas. Y las modas suben y bajan. Algunos temas primero están de moda y después dejan de estar de moda. Por ejemplo, este año se le ha dado uno de los dos Premios Nobel de economía a Paul Romer, el experto en la teoría del crecimiento. Cuando yo era estudiante de grado, la teoría del crecimiento era super top. Cuando yo era estudiante de doctorado, la teoría del crecimiento no te daba ningún empleo. Y al cabo de 20 años Romer le volvió a dar gran importancia.

Hoy día, la teoría de la elección social en la economía no es la especialidad en la que vas a encontrar el mejor empleo. Y los estudiantes son muy conscientes de esto. Por lo tanto, tenemos estudiantes que, por ejemplo, hacen un artículo en la teoría de la elección social, pero después escriben otro capítulo de sus tesis en otra cosa. Porque luego tienen que ir al mercado, y el mercado hoy día, sobre todo en América, no favorece la teoría de la elección social en el área de la economía. Sin embargo, en la inteligencia artificial, en las ciencias computacionales este tema está muy de moda.

Honestamente, hay estudiantes que se ven atraídos por el tema, pero se ven obligados a ampliar otros horizontes, porque así funciona el mercado. A menos que quieran dedicarse a aspectos más técnicos con la informática.

Al final, a veces pasan cosas muy raras. Hace poco hable con unos colegas míos de Cataluña que tienen el nivel máximo internacional en el tema de la criptografía. Pues resulta que les interesan exactamente los mismos temas que a nosotros, porque criptografía es crear condiciones cuando quieres ponerte dentro dentro del sistema siendo tú, que no quieres engañar y decirle a la máquina que tú no eres tú, que eres otro. Esto es el mismo tema de manipulaciones (risas).

Entonces, yo diría que esto es el problema de la teoría de la elección social en nuestra sociedad. Este tema sigue despertando mucho interés, se hacen muchas aportaciones desde la filosofía. Sin embargo, hoy en la economía no es un tema de moda, no es un hot trend. Creo que lo volverá a ser. Pero hoy no.

Cuando llegué a España en 1975 tras defender mi tesis doctoral, aquí no trabajaba nadie en la teoría de la elección social. Dentro de un mes habrá la décima edición de una red que creó mi colega Jordi Masot que se llama La Red Española de la Elección Social. Muchos de los miembros de esta red son bastante jóvenes. Somos más de cien personas. Es decir, en España hay más de cien personas que se dedican a la teoría de la elección social. Esto es mucha gente para un país como nuestro. Esto es una ventaja de ser un poco periféricos. En EE UU, si un tema no está de moda, no le interesa a nadie. Mientras que nosotros, estando en un país mediano, menos radical, más europeo, hemos conseguido un avance perdurable, porque un centenar de personas pueden trabajar en esta área. Y estamos orgullosos de mantener nuestra escuela. Desde luego, no es Stanford, no es Universidad de Chicago, pero bueno, en la Universidad de Chicago sí hacían estudios en la teoría de la elección social, lo hacía gente consagrada por otras cosas, pero a veces se interesaban por este tema.

¿Cuál es el grado de interés en el trabajo científico en una facultad tan “práctica” como la facultad de economía?

Desde los años setenta y los principios de los ochenta, el progreso científico de la economía en España ha sido enorme, espectacular. Podemos decir que hasta este momento la ciencia económica en España no existía. Había economistas pragmáticos, asesores de los gobiernos, personas que sabían cosas de economía, pero no eran científicos, jamás publicaban en las grandes revistas etc. Hoy día tenemos hasta candidatos al Nobel, aunque todavía no se lo han dado a ninguno (risas). Y tenemos muchísima gente que trabaja a niveles mundiales, gente de varias generaciones, incluídas generaciones jóvenes. Tenemos especialistas muy profesionales. ¿Qué porcentaje representa esta gente del conjunto de gente que va a la universidad? Desde luego, es un porcentaje modesto, porque la ciencia exige mucho sacrificio y no paga muy bien. Y esto es cierto en todas las disciplinas, ¿verdad? Un químico que trabaja en una empresa gana mucho más dinero que un químico que trabaja en una universidad.

En los años sesenta, cuando yo estudiaba, había tres facultades de economía en toda España. Hoy debe haber más de doscientas. Esto quiere decir que durante unos años era relativamente fácil encontrar empleo en una universidad, porque cada año salían nuevas universidades, se expandía el número de estudiantes, había muchísima más apertura, las mujeres se incorporaron masivamente en la universidad… Hoy día todo es distinto: hay muchas universidades, pero tienen muchas restricciones económicas, entonces, ya es difícil pensar en una carrera científica en tu entorno más inmediato. Pero yo creo que esto no es malo del todo. Hoy una persona que quiera ser científico tiene que estar dispuesta a considerar la posibilidad de ir a trabajar a Nueva Zelanda, o a Rusia, o a la China… Si naciste en Barcelona, estudiaste en Barcelona y quieres trabajar de científico en Barcelona, pues tienes un problema. Pero yo creo que en conjunto esto es bueno. Si yo quiero seguir estando en Barcelona, para mí no es bueno, pero para el mundo de ciencia es bueno que los científicos circulen por el mundo.    

Por lo general, la minoría de personas que se interesa por la ciencia crece poco a poco. Porque los jóvenes encuentran que esta visión del mundo más amplia les interesa. Justo antes de venir a verles, he estado escribiendo a un amigo mío que es oceanógrafo y trabaja en barcos. Le he contado que mi nieta de 16 años está apasionada por las ciencias del mar y que le gustaría conocerle. Esto es un ejemplo de vocación científica, ¿no?

Pero hay programas, por ejemplo, que ponen en contacto a los jóvenes con intereses científicos. Porque muchos de los problemas de los más jóvenes que se interesen por la ciencia (hablo a nivel de bachillerato, incluso antes de la universidad) consisten en que son impopulares con sus compañeros. Si estás en una discoteca y empiezas a hablar de los agujeros negros, te van a decir que eres raro. Entonces, hay programas para poner en contacto a los jóvenes a los que les interesan los agujeros negros. Estos programas tienen mucho éxito. Además, hay cada vez más museos de la ciencia interesantes

Esto es lo que se refiere a la ciencia en general. En la economía, obviamente, hay dos partes: management y la economía en sí. En la parte de management hay muy poca gente que tenga algún interés científico. Sin embargo, incluso en el management hay cada vez más científicos, porque, para que la formación sea efectiva, se necesita una visión más estratégica, más filosófica, con conocimientos profundos de la estadística. Ahora las grandes escuelas de negocios contratan a científicos.

Si hablamos de los estudios científicos en sí, en España hay varios programas de doctorado que canalizan este interés. Creo que entre los jóvenes que tienen vocación científica hay posibilidades de ir a buenos programas – no muchos, a eso de 5 o 6 programas en toda España – o irse a Toulouse, a la Escuela Económica de Londres, a University College, a buenas universidades alemanas o incluso a Estados Unidos que sigue siendo el objetivo más popular.

Cuando yo me fui a Estados Unidos, un español allí era como marciano. Nadie sabía nada de España, me hacían preguntas raras de tipo “¿Y en Barcelona, hay semáforos por las calles?”. Ahora, para un español entrar al programa de doctorado de MIT o Harvard no es fácil, pero es posible. Entonces, yo soy optimista con respecto a la capacidad de entrar en la ciencia de los españoles. En lo que no soy tan optimista es en la capacidad de España de recuperar a este talento, una vez ya sea formado. Para esto hacen falta instrumentos de atracción.

Yo fui el primer director de la Institución Catalana de Investigaciones y Estudios Avanzados, ICREA. De momento esta institución cuenta con unos 350 contratados, es una institución de Gobierno Catalán, forma una fundación y contrata a personas por mérito. Esto pasa muy rápido, pero los solicitantes tienen pasar por jurados extremadamente exigentes. Cada año se incorporan entre 10 y 20 personas. Entonces, una cuarta parte de todas las becas que se han concedido para España por el Consejo Europeo de Investigación, se han ido a estas 350 personas, entre decenas de miles de investigadores españoles. ¿Por qué? Porque les escogemos bien. Bueno, yo ya no les escojo, porque ya no soy el director de ICREA, pero yo fue el primer director, incluso, digamos, el fundador. Y de esto estoy muy orgulloso, porque creo que demuestra que los países que tienen política de contratación rigurosa son capaces de atraer a los mejores científicos, vengan de donde vengan. Al final, un científico necesita no solo tener una familia, recibir salario adecuado, sino también hacer ciencia en un entorno que le reconozca. Y esto es el problema que ahora tenemos. Tenemos muchos buenos estudiantes para el futuro. Pero hay que saber atraerles cuando ya sean formados, cuando ya hayan visto el mundo, cuando ya puedan aportar mucho. Sin embargo, creo que es un problema universal, que casi ningún país tiene resuelto, excepto Estados Unidos, que desde hace muchos años atrae gente de talento de todo el mundo. Pero para cualquier otro país es un reto: formar, estimular a los tuyos y después, en vez de encerrarles, mandarles al mundo y esperar que después vuelvan.

 

 

 

 

 

 

 

 

La entrevista fue realizada por Irina Tatevosyan